Comprar RELACIONES

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viernes, 9 de junio de 2017

la noche

susurros

casi no se notan
las palabras

no hay vuelta atrás


Magritte - Les amants


fernando berton
junio, 2017

jueves, 8 de junio de 2017

brisas

en la mesa del jardín
restos de comida
en los pasillos
ecos de tus pisadas



fernando berton
junio, mmxvii

lunes, 5 de junio de 2017

Salida exito



El vuelo duró algo más de tres horas. Apenas un poco demorado en la salida por una posible huelga de pilotos. Por suerte teníamos paraguas, así que nosotros nos defendimos de ellos con la risa. Habiendo internet, el consorcio no se responsabiliza por el uso de los ascensores, pensamos. Y ellos nos miraron con cara de "¿y a estos qué les pasa?".

Había una gran tormenta en ciernes. Lloverían sapos y culebras, vendría una manga de langostas.  Y otras seis plagas que no recordábamos con exactitud, salvo en su número genérico. Excepción hecha de la langosta, que coincidía con el medio de acceso a la aeronave.

A los dos nos tocó pasillo. Por suerte en la misma fila, de modo que yo siempre podía extender el brazo y acariciarle la rodilla. O viceversa. Y ellos nos mirarían por encima de los anteojos de leer, con cara de "¡gente grande!". Nosotros nos reímos de ellos íntimamente. Es decir, sin que se nos moviera un músculo de la cara, como quien dice.

Al cabo de un instante la tripulación pasó con las medidas de seguridad en caso de inseguridad. Es decir, que el aparato caiga al agua, o la cabina pierda presión, o que no haya ningún menor a quien tengamos que poner la mascarilla luego de ponernos la nuestra, y de buscar desesperadamente un salvavidas debajo del asiento y ningún paracaídas. ¿Por qué hay salvavidas y no hay paracaídas en los aviones? No lo sabemos.

Ellos nos miran. Ya estamos cercanos a la velocidad de crucero, ya estamos cercanos a que se apaguen las señales de ajustarse los cinturones (porque parece que estamos a fin de mes), ya estamos cercanos a que no se apaguen las señales de no fumar (porque en estos vuelos no se puede fumar).

El vuelo despega. Entonces es verdaderamente un vuelo. Porque hasta entonces, mientras está en tierra, nos preguntamos, ¿puede decirse que es un vuelo? Tampoco lo sabemos. Solamente sabemos que el vuelo, lo que sea que se llame así, demandará tres horas y un poquito para llegar a destino. En el aire las cosas parecen ser más sencillas. No hay huelga de nubes o de vientos alisios o de cielos.

Cada uno en nuestro pasillo, nos miramos cuando la azafata nos ofrece un pequeño refrigerio: un sandwich, café, agua o gaseosa, una galletita dulce. No hay película. No hay música. Pero podemos leer nuestro libro de papel en todo momento, a diferencia de los libros electrónicos que según toque pueden representar un riesgo para la navegación aérea. (Abrimos un paréntesis y nos preguntamos si después de tantos años de aviación no podríamos ya tener palabras específicas, que seguimos pidiendo prestadas al transporte marítimo. Cerramos paréntesis)

Finalmente el vuelo finaliza. Calculamos que en el momento de tocar tierra, pero todavía hablamos del "vuelo" mientras la aeronave se desplaza por el suelo, hasta llegar a la langosta por la que habremos de descender.

En nuestro destino hará frío. Aunque sea diciembre. 26, más precisamente. Pronto estrenaremos año. Y podremos comer comidas de invierno en verano. Porque acá hace frío. Es verano pero hace frío.

¿Qué hará acá en invierno?





Fernando Berton
Junio, 2017

miércoles, 31 de mayo de 2017

Cansada

Yo, Fernando, estoy cansada.
De que me maten por ser mujer.
De que me maltraten por ser mujer.
De que me quemen por ser mujer.
De que me paguen menos por ser mujer

De todo eso estoy cansada yo, Fernando.

De que me consideren menos por ser mujer.
De que me digan que estoy mal porque me vino.
De que me digan que soy intratable por mal cogida.
De que me digan que soy histérica.

Yo, Fernando, estoy cansada de todo eso.

De que me incluyan en todos cuando las todas somos más.
De que me pongan @ en lugar de a.
De que me digan que soy un mamarracho por protestar.

De todo eso yo, Fernando, estoy cansada.







Fernando - Mayo, 2017

martes, 30 de mayo de 2017

Mi soledad y yo


¡Hola!
¿Ya les conté de mi soledad?
Ella me acompaña a todas partes.
A veces, cuando salgo a caminar y hace frío, me dice que no, que no quiere, que esperemos un rato.
Pero yo le insisto, le digo que no sea vaga, qué que le cuesta.
Ella me dice que no, que está despeinada, que no tiene ganas de ver a nadie.
Y yo que qué macana, me encantaría que me acompañara.
Y ella que tal vez después, más tarde, quizás mañana.
Le ruego, le imploro de rodillas, le pido por lo que más quiera
que me acompañe a caminar aunque más no sea un rato
si total ¿quién nos va a ver?
si estamos solos
yo y mi soledad






Fernando Berton - Mayo 2017

domingo, 28 de mayo de 2017

Y nada más importa


Tierra Partida nos da la sensación de estar empezada para cuando nos sentamos en nuestras butacas: payasas que nos conducen a los gritos y con simpatía, músicos en lo que más tarde será la escena, narradores que nos dan la bienvenida. Narradores que, en breve, nos dirán de qué va la cosa: hacer una obra de teatro como si fuera un país.

Para ello, en una mezcla de circo, sainete y grotesco, diecinueve actores y de cuatro a seis músicos, nos harán un recorrido más que interesante entre los finales de la Revolución de Mayo de 1810 y la firma de la Constitución de 1853.


En la ficción que nos propone Tierra Partida, dos historiadores (¿dos Historias?) -Monterroso y García-, nos cuentan cómo un país se libera del colonialismo español, y, lograda la Libertad, lo demás no importa nada. Así, a partir de este subtitulo, van surgiendo consignas de lo más variadas, primero; de lo más contrapuestas después, para terminar en guerras civiles, matanzas, golpes de estado, exterminio (de nativos, mayormente, pero también de "ciudadanos"), desapariciones o, como bien dicen unos seres oscuros y aterrorizantes que aparecen cada tanto, "desvanecimientos"

Cada escena es presentada por los historiadores, que dejan paso al resto del elenco que en una sucesión que no da respiro entretiene a la vez que invoca a la reflexión. Podemos decir que el hilo argumental se parece a un dialogo platónico, donde uno de los narradores (Monterroso) intenta ajustarse a los hechos y buscar explicaciones que lleven a la verdad -con cierto parecido a la Mayéutica socrática-, mientras García, suerte de Gorgias, intenta acomodar la Historia a su conveniencia bajo la excusa de seguir instrucciones de un jefe supremo.

Hay tres momentos que destacan por su belleza:
- las lavanderas que sirven de prologo al gobierno de Rosas (cantan una especie de blues rioplatense que decoran con sonido de agua de las ropas que retuercen en sus respectivas palanganas)

- el rap de los unitarios y federales (también del periodo rosista), que pone en juego todas las destrezas de estos clauns

- el fusilamiento de Dorrego, con una edición en vivo que eriza la piel: varios actores se ponen en la escena totalmente oscura y encienden velas, mientras la actriz que está al frente lee la nota que le deja a su esposa, y que bien vale la pena repetir aquí:

 Mi querida Angelita:

En este momento me intiman que dentro de una hora debo morir; ignoro por qué; más la Providencia divina, en la cual confío en este momento crítico, así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo recibido por mí.

Mi vida: Educa a esas amables criaturas: sé feliz, ya que no lo has podido ser en compañía del desgraciado


Como se ha dicho, Tierra Partida transcurre con velocidad, gracia, muchas risas -no exentas de momentos tristes como el citado fusilamiento de Dorrego- y nos deposita en el final sin que hayamos notado las casi dos horas que dura. Y así como al ingreso nos dio la sensación de que ya estaba empezada, este final nos parece que continuará, incluso en el siglo xxi. 


Fernando Berton - Mayo 2017

Tierra Partida se representa los domingos a las 20:00 en el teatro La Carpintería, Jean Jaures 858 - CABA - Teléfono: 011 4961-5092

lunes, 22 de mayo de 2017

No molestar




Hoy iba a tomar el tren de 20:21, pero vi que estaba muy lleno y que no tenía tanto apuro de modo que me decidí por el de 20:25. Caminé hasta el tercer vagón, de modo que al bajar me deje cerca de los molinetes, porque si hay algo que me gusta es no perder tiempo. Que dicen que es dinero, ¿nocierto?

Subí, entonces, al tren de 20:25 en plataforma 6. Me senté y empecé a leer Caminantes, de Edgardo Scott. Pero a poco de empezar la lectura se inició una discusión entre dos pasajeros. Resulta que uno de ellos estaba algo borracho y le dio charla al que tenía sentado al lado. Que, molesto por la situación, se levantó y se fue. Pero además de levantarse e irse, se quejó al guarda, que se quejó a los de prevención, que se quejaron a la Policía Federal, que se quejaron a la Gendarmería Nacional.

Cuestión que el tren de 20:25 no salía, porque un muchacho se molestó con un borrachín, que provocó la aparición de tres fuerzas policiales, que no fueron culo de hacerlo bajar.

Finalmente el tren arrancó, y el borrachín estaba enardecido porque los de prevención se le reían en la cara y el guarda lo miraba amenazante. En un par de estaciones subió el jefe de estación, más policía, más gendarmería. Por un borrachín, entiéndase bien. es decir, una decena de personas armadas por un pobre tipo alcoholizado. Que como mayor delito dijo un par de insultos a los guardias de "Prevención" (la verdad es que no los había visto nunca antes), y que hablaba a los gritos; pero en ningún momento tuvo ninguna actitud real de agredir, salvo sus improperios verbales.

Pasado un buen rato un pasajero pidió al guarda que lo dejara tranquilo, que se fueran a otro vagón y el muchacho se calmaría, porque lo estaban provocando. A mi vez, le pedí al guarda lo mismo, que lo dejara tranquilo. A lo que me respondió que "no sabía lo que podía llegar a hacer". Que lo cuide la policía, le sugerí. Me dio vuelta la cara y abandonó el vagón. Al fin el pobre borrachín accedió a bajar y continuamos el viaje. Pero la verdad es que me quedé algo preocupado por la integridad física del muchacho.

¿Qué clase de sociedad estamos teniendo, que tenemos que denunciar a un pasajero alcoholizado? ¿Y que apenas dos o tres personas se pongan a favor del pobre borracho?

Esto ocurrió en el Ferrocarril Roca, saliendo de Constitución con destino a Burzaco. El pasajero fue sacado por la fuerza en la estación Darío y Maxi (Avellaneda), sin razón alguna porque no cometió ningún delito, salvo hablar en voz alta con alguien que no se bancó su presencia.

¿Qué clase de sociedad estamos viviendo? Entonces me acordé de la película Minority Report, con Tom Cruise, donde la policía se jacta de prevenir los crímenes porque tres freaks en una pileta adivinan quién va a cometer un crimen.

Ya es la segunda vez en este mes que tengo que apelar a esa película. Y me estoy preocupando.



Fernando Berotn
Mayo, 2017.

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